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jueves, 14 de noviembre de 2013

De paseo por Limache: Una vuelta por la feria

El domingo estaba lavando la loza, cuando de repente mi mamá me cuenta que la tía nos había invitado a conocer la feria de Limache. ¿Quieres ir? Sin pensarlo, le dije que "sí".
Desde hacía tiempo que no iba a una feria, y desde hacía más tiempo que no iba a Limache. La verdad es que no teníamos mucho que comprar, pero de todos modos fuimos con mis tíos.

Al llegar, lo primero que pensé fue: ¿será como la feria del Belloto? Entramos y empezamos a mirar. Al poco andar, encontramos un puesto donde vendían flores, almacigos y otras plantas. Mi mamá preguntó de qué era un almacigo en particular y la abuelita que atendía el puesto, nos dijo "de tomate". Lo compramos. Desde  un tiempo a esta parte me ha dado por tener hierbas comestibles -como la menta-, y siguiendo el consejo de un compañero de escuela, me pareció una excelente idea tener una planta de tomates, además éstos no eran cualquier tomate, sino tomates cherry... Pensé en una rica ensalada caprese con queso y  albahaca, si las albahacas que tenía no hubieran muerto por exceso de agua (soy inexperta y la ansiedad me ganó)
Seguimos nuestro camino entre la multitud, ambas comentando que la señora nos había parecido cariñosa, sencilla y alegre. Avanzamos entre los puestos y noté que, a diferencia de la feria del Belloto, no estaban separada la parte donde venden frutas y verduras, de la parte donde venden ropa, accesorios y cachureos varios. La otra diferencia, estaba completamente techada y los precios estaban un poco más baratos, pero lo que sí me parecía idéntico era establecer mini conversaciones en cada puesto que me detenía, desde el precio hasta las características, desde el tiempo hasta el clásico, desde los billetes falsos hasta las elecciones. Esa magia que aportan las conversaciones con personas que no conoces y que quizás no vuelvas a ver,el hecho de saber que como tú, hay otros a quienes les gusta compartir experiencias y opiniones es algo que me fascina.
De las compras, lo que más me gustó aparte del tomate, fue la compra de arándanos con los que espero hacer unos exquisitos muffins para mañana.

Ya de salida, recordamos que nos faltaba albahaca. Nos devolvimos a un puesto cuyo aroma nos indicaba a corta distancia que vendían. Compramos y mi mamá se fue con la albahaca en la mano. De repente, una mujer que vendía útiles de aseo le dice a mi mamá "¡señora! ¡señora!, ¿le puedo pedir un favor?" La señora le pidió unas hojitas de albahaca, mi mamá aceptó, la dejó sacar. Ella le preguntó ¿sabe para qué es?, en ese momento y aún no sé porqué, aparte de sentir curiosidad, me dio un poco de miedo, injustificado -desde luego- porque finalmente, era un "secreto" para quienes tenían un negocio, tener hojas de albahaca en su monedero. Me reí de lo tonta que había sido al sentir aunque fuera tan solo un poco de miedo ¡Cómo sentirlo si siempre he pregonado que la gente del Marga Marga es gente buena! Y demostrado quedó, cuando casi al salir, la misma abuelita que nos había vendido la matita de tomate, nos hizo una seña para que nos acercáramos. Con mucho cariño, nos tomó las manos y nos dijo que tenía un regalo: un almacigo de albahaca. Me sentí tan feliz, claro, quién no se pone feliz cuando recibe un regalo, pero un regalo de parte de una persona que no te conoce y que lo hace simplemente como un acto de desprendimiento, te deja -yo creo- aún más contento.

Obviando los demás detalles que no vienen al caso, quiero decir que me fui con una buena impresión de la feria de Limache, tanto del establecimiento, como de sus productos triple B y de su gente. Supongo que para una próxima vez que mis tíos vayan, me colaré.


(Ah! lo había olvidado! Aquí una foto de la albahaca que nos regaló la abuelita. Cuando se pongan grandes y lindas, subiré otra)

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